Sintió un pinchazo en el cabeza seguido por un ruido ensordecedor, se apoyó en la pared para no caer y maldijo su suerte: - ¡No entiendo nada de lo que me está pasando!-. Quizás se deba a que durmió escasamente cuatro horas y a la maldita alergia que le impedía dormir bien... -¡Mi cabeza es una calabaza hueca donde retumban los excesos de la noche!- dijo, acordándose de ayer.
La noche de San Valentín fue la mejor de Pedro en muchos años, hacía seis meses y cuatro días que se había enamorado de Luz. Desde entonces habían pasado juntos todos los fines de semana en un ‘crescendo’ de conocimiento mutuo a través de viajes, miradas y brindis con las copas llenas de felicidad.
San Valentín fue la escusa perfecta para pasar la noche juntos. Pedro regaló a Luz un libro de poemas de Benedetti 'Acordes cotidianos' ; ella un gorro de colores y una pluma negra bañada en oro; para escribir palabras al amanecer.
Cuando estaban en la cama, Pedro sacó una caja de bombones rellenos de licor, se metió en la boca uno relleno de brandy y la besó; ella disfrutó con el sabor de sus labios y su lengua. El chocolate mezclado con saliva actuó como lubricante perfecto entre los cuerpos de Pedro y Luz hasta quedar exhaustos. Al amanecer de despidió de ella, sin despertarla, con un beso y se fue a trabajar.
Luz se levantó más tarde a beber agua, encontró la nota en la servilleta y sin esperar un segundo, cogió su móvil para mandar un mensaje a su amor antes de volver a la cama.
Pedro, más recuperado, decidió aclarar que relación había entre el extraño accidente y la perdida de sus objetos personales. No cruzó la calle; debajo de un coche algo llamó su atención: un trozo de cartera de cuero negro con con la letra P en una esquina. Era igual a la suya. Su vista reconoció, un metro más abajo, pegado al bordillo, un bolígrafo partido por la mitad. Al cogerlo, comprobó que era una pluma negra con caperuza. Al separarla lentamente, quedó al descubierto un plumín bañado en oro.
Todo daba vueltas alrededor, su estómago estaba lleno de agua salada negra. Sentado en el bordillo de la acera, su mirada estaba perdida en la mancha roja que aún se distinguía en el asfalto ese 15 de febrero de 2009.
Su cabeza rebobinó la película y empezó la proyección desde el momento en que salía del metro. Vio, fue como bajaba por la calle y se detenía en un kiosco a ver los titulares de un periódico. La calle estaba mojada. Luego sonó la alarma del móvil: ‘mensaje en la bandeja de entrada’. Llegó hasta el semáforo, en rojo para cruzar, y aprovechó para desbloquear el móvil y empezar a leer; era un sms de Luz. El semáforo se puso verde y cruzó leyendo el mensaje.
Un chirrido, todo negro, silencio, fin de la grabación.
Un móvil tirado en el suelo, con el que tropezó; una cartera con su inicial, la pluma rota, bañada en oro, con la que escribiría versos cada día que estuviese con Luz…
Solo deseaba una cosa: leer el mensaje. Buscó un buen rato debajo de los coches aparcados, en la tierra que rodea a los árboles y nada. La gente pasaba a su lado sin verle, era un naufrago en alta mar en busca de un salvavidas.
Un mendigo tendido en la puerta de un cajero jugaba con algo; Pedro se acercó para comprobar si era el móvil roto. No tenía carcasa, solo el esqueleto que sujetaba la batería y la pantalla que parpadeaba en las manos mugrientas de un sintecho. Era su móvil, en una esquina se veía rota la minúscula pegatina, con forma beso, que le había regalado Luz para que se acordase de ella.
El mendigo, absorto mirando la pantalla, ignoraba a Pedro de pie a su lado. Su voz ronca y alcoholizada rompió el helado silencio que reinaba: “Sin el calor de tu cuerpo, de tu voz, de tus besos de Amor loco… ya no podría vivir. Tu corazón y el mío están fundidos para siempre, en esta vida y en las que haya… Te Amo sin límite.”
Pedro se derrumbó sobre el suelo. El móvil dejó de funcionar, el mendigo se levantó: cogió sus cartones, su manta, su botella de vino y antes de dar el primer paso tiró el Nokia; que atravesó la piel etérea de Pedro, sentado como una marioneta rota y se deshizo en pedazos encima de él.
Continuara?
Santa 15/02/2010
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