“Trata a las personas como si fueran lo que deberían ser, y ayúdalas a convertirse en lo que son capaces de ser.” Goethe

jueves, 20 de mayo de 2010

La Ciudad de Xelosnos

                                                                     Xelosnos es una ciudad llena de contrariedades; a veces llena de música, otra llena de grandes silencios. En cada calle suena una canción diferente, y en cada barrio un cantante distinto. Sus habitantes se saben la letra y la cantan a coro en las noches de fiesta.
                            El viajero, nada más cruzar la muralla que rodea la ciudad; se ve envuelto con perfumes arrolladores y sonrisas de mujer. Sus mujeres fuman, son amazonas; mitad madres, mitad guerrilleras.

                            El lado maternal; cuida que los hijos de Xelosnos crezcan felices, risueños, educados en libertad, sin mentiras ni engaños.
La mitad guerrera; es la lucha, desde hace muchos siglos; con los recuerdos del emperador absolutista que ejecutaba a todo habitante que no aceptase sus órdenes caprichosas e injustas; y consigo misma.

                            Fueron ellas, las que alzándose en una cruel batalla; consiguieron derrocar y expulsar al Emperador y su séquito. Instaurando un régimen democrático en la ciudad.
El Emperador vencido buscó hechiceros y brujas para vengarse con sus malas las artes de Xelosnos . Pagó en oro y diamantes el conjuro para que las mujeres de Xelosnos sean incapaces de encontrar la Paz en su interior.
                          Pasados siglos de este triste episodio; el extranjero es seducido por las formas y colores de las casas y calles, siempre adornadas con estandartes de fiesta. Baila al ritmo de bellas melodías con alguna mujer hasta bien entrada la noche.

Intenta besar a la muchacha rendido a sus fragancias y miradas. Antes, ella le advierte de los peligros que corre su corazón. El beso sorprende al hombre con un sabor como a menta y té (esperaba un sabor amargo, debido al tabaco) y entrega con sinceridad sus labios y lengua en besos abismales, que llevan sabor a mar profundo.

                           El viajero lleva en volandas a la mujer a su alcoba. Se queda mirando sus ojos verdes, oscuros; como un secreto. En la cama descubre poco a poco cada tesoro escondido bajo las telas de ella. Unos pechos dulces, como bombones rellenos licor; con bellos pezones finos y duros esculpidos por el deseo.
                           Un vientre de piel tersa que se va tensando al paso de caricias. Unos pies con durezas de la vida. Sube por sus piernas hasta encontrar su cálido centro y sin dudar; hunde sus labios y lengua en él.
                            Enredados sus cuerpos entre acaricias y manos que exploran al otro; pasa el tiempo y llega el amanecer. Mira a la amazona y atraviesa sus ojos hasta el alma. Ella no dice nada, sabe que una vez más; se cumplirá la maldición y su boca será incapaz de pronunciar una palabra.
                           El viajero recoge su hato, mira por última vez con la luz del amanecer a la muchacha, se acerca a ella y se despide con un beso. Al traspasar en sentido contrario la puerta de la ciudad por la que entró; descubre a la izquierda el cementerio, con los corazones que no dejaron a tiempo Xelosnos.
Antes de partir, la dejó un papel con unas palabras:
                                    ‘Carpe diem, ordenaba el delicado Horacio. Aprovecha el día. Disfruta de la hora. Luego, más pronto siempre de lo deseable, anochecerá.
Los pecados de omisión, son sin duda los peores, porque ni siquiera les dimos existencia. Aquello que no hicimos será lo que más nos atormente; aquello que no vivimos, nuestro mayor reproche.’
                            Subido a la colina que oculta la ciudad, se vuelve para echar una última mirada a Xelosnos, y distingue a Zora en su balcón, lo despide sonriendo; con el papel en la mano.

Santa 17/may/2010

3 comentarios:

Fcº Javier Barbadillo Salgado dijo...

Xelosnos, un lugar en el corazón, un tiempo en la mente.
Xelosnos es el gozo presente.

Saludos.

Rosa dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Puedo Volar dijo...

Aprovechar el día. Lo que casi nunca hacemos. Luego vienen las lamentaciones, y andar por ahí atormentados.

Saludos Santa.


Mahatma Gandhi 1869-1948. Político y pensador indio

Un error no se convierte en verdad por el hecho de que todo el mundo crea en él.

Carpe Diem