Excepción

Desde Venessia

                                El aprendiz de actor está ensayando con una actriz en el escenario:

-Pues le decimos que cedemos con lo de la manzana esta noche como excepción-

                Al pronunciar excepción fonéticamente su boca suelta ‘escespción’. Rápidamente la directora, quince años más joven que él, interrumpe el ensayo para corregir el error.

                El actor se concentra y repite la frase. Esta vez ha sonado mejor, así que prosigue el diálogo con su compañera:

-De ahí la manzana entera- dice ella más adelante. A lo que él responde:

- De ahí la manzana, de ahí la última manzana como excepción-

‘Excepción’ vuelve a sonar ‘escespción’. La directora detiene el ensayo y amonesta al actor invitándole a que ponga los medios necesarios para que no se repita.

                  Él pronuncia otra vez excepción pero sus labios no encuentran la ‘x’ y la ‘s’ vuelve a usurpar su lugar en ‘escespción’. Algunos compañeros de reparto no pueden aguantar la risa, la actriz que comparte diálogo empieza a estar cansada de repetir la escena.

La directora suelta otra puya al decir que lo mínimo que debe tener un actor es dicción.

-Estoy aburrida de repetir la escena-, dice con sorna, buscando la complacencia del resto de actores de la compañía.

                  Quizá lo que aburra sea repetir año tras año la misma obra de teatro. Así no tiene que trabajar horas no pagadas fuera de la escuela; pero la rutina saca de ella ese ego que la hace menospreciar a sus alumnos más difíciles.

                  Por su parte el actor se siente incapaz de pronunciar bien ‘excepción’. La angustia que siente, hace que en escena se note la tensión del personaje según se acerca el fatídico momento de pronunciar la palabra. El resultado es peor según se va repitiendo, hasta que el ensayo se suspende hasta mañana.

                  El actor busca ‘excepción’ de camino a casa. Es tarde, está agotado física y psicológicamente. La noche es triste, llena de silencios y la manzana da vueltas en su cabeza.

                  En la cama sin poder dormir repasa su vida llena de excepciones: la decisión de irse de casa a los veinticuatro años, la de casarse a los veinticinco, tener un hijo a los veintiséis, ser apóstata a los veintisiete, dejar el traje a los veintinueve, dedicarse a escalar montañas a los treinta, tener otro hijo a los treinta y cinco, meterse en una compañía de teatro a los treinta y seis, separarse a los treinta y ocho, pasar duros inviernos de soledades y tórridos veranos de viajes en compañía… hasta bien entrado en los cuarenta.

                    Él era una ‘escespción’ en busca de una ‘x’ que diese sentido y equilibrio a su vida. Se giró y besó en los labios a su ‘X’, ella lo cobijó entre su piel; estaba convencida que él era una excepción y que sin ninguna duda, la noche de estreno sería un éxito.

Santa 31/may/2011